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Fernando Fabiani: “Todos hemos jugado alguna vez a los médicos y es algo que resulta bastante divertido”

Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Sevilla y especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, a Fernando Fabiani (Sevilla, 1975) también le gusta subirse a las tablas de los escenarios. Experto en coaching y apasionado de la docencia y la comunicación, imparte cursos de cómo hacer presentaciones creativas.



En 2016 publicó su primer libro: Vengo sin cita. Ahora publica el segundo: Vengo de urgencias. He visto urgencias que no creeríais, ilustrado por Santaolaya del Burgo, licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas por la Universidad de Navarra, y con epílogo de Manu Sánchez.

El autor despejará al lector de algunas dudas que muchas veces se habrá preguntado a sí mismo: ¿Qué pasa cuando rompes aguas pero no es cosa del fontanero? ¿Por qué odiamos tanto los mocos si luego nos encantan los caracoles? ¿Es posible que alguien vaya a urgencias de un hospital por un tirón de pelos?

—Todavía es tiempo de caracoles. Te interrogo con una pregunta tuya: ¿Por qué odiamos tanto los mocos si luego nos encanta comer caracoles?

—Porque los españoles somos así, a veces, de absurdos. Lo que más que nos gusta al mismo tiempo lo criticamos. Lo de los mocos y el rechazo a los mocos no tiene ningún sentido.

—No sé si alguien va a Urgencias por un tirón de pelos, pero ¿alguien va por tener pelos en la boca?

—Sí. Algunos van porque tienen pelos en la boca o porque tienen muy pocos pelos. De hecho, los problemas de boca muchas veces acaban en Urgencias de Traumatología con peleas diversas y con agresiones.

—¿Puede matarte la burbuja de aire en el suero? De todos los mitos que envuelven a las enfermedades, cuál es el más falso y el más creíble de todos.

—El más falso es que creemos que vamos a prevenirlo todo. Y la mayoría de las cosas no se pueden prevenir. Y el más verdadero es la sabiduría popular. No me mires mucho que me vas a encontrar algo.

—Tu personaje, el doctor Tello, como todo médico, está obligado a hacer guardias. ¿Es ese el mejor momento del mes, el que os sirve de excusa para estar fuera de casa?

—Hay compañeros que, sobre todo, cuando tienen hijos pequeños, es el día que más duermen sin duda alguna, pero para el resto son más un castigo que una liberación.

—El prólogo no escrito de tu madre dice de ti que no eras muy feo de chico, que eras gordo, cabezón, pero que una cabeza chica en un hombre queda fatal. ¿Amor de madre?

—Sin duda, amor de madre. Ella lo dice muy bien. La cabeza adorna mucho. Y eso, si lo dice una madre, es que es verdad.

—Te dijo alguna paciente: “Hágame un análisis a ver si por fin soy estéril”. Ahora entiendo que en este país la natalidad baje hasta donde está.

—Sí. Porque tenemos que ser conscientes de que vamos contra la naturaleza. Queremos ser padres y madres cuando empezamos a tener edad para no serlo. Y encima la situación económica no ayuda. Las personas estamos preparadas para ser padres desde los 14 o los 15 años. Y queremos serlo con treinta y tantos y un sueldo fijo. Eso es imposible.

—Otra paciente te dijo: “Yo no soy gorda, soy ancha de culo”. En estos casos, ¿qué le dices a ellas sobre la operación bikini?

(Ríe). Normalmente, la que se percibe como ancha de culo, no le molesta su culo. Al sobrepeso o a la obesidad le queremos dar una connotación de enfermedad que muchas veces no tiene, es sólo estética.

—Manu Sánchez dice en el epílogo de tu libro que no es lo mismo ser médico que jugar a los médicos. ¿Los médicos también lo tenéis así de claro?

—Clarísimo. Todos hemos jugado alguna vez a los médicos y es algo que resulta bastante divertido. Dicho esto, hay veces que, cuando uno ejerce la Medicina, está también en el fondo jugando porque todos, al fin y al cabo, desempeñamos un papel.

— El año pasado dirigiste a Manu Sánchez en su espectáculo 'El buen dictador'. ¿Quién pudo más: el actor o el médico que hay en ti?

—Hicieron falta los dos, porque cuando uno está al lado de un artista tan completo como es Manu, pues hace falta alguien que utilice de todas sus herramientas, en este caso artísticas, pero tampoco está mal nunca que haya un sanitario cerca de alguien que va a estrenar un espectáculo.

—En los desagradecimientos al final de tu libro recuerdas a quienes inventan enfermedades y diagnósticos para justificar innecesarios tratamientos. ¿Ese es el diagnóstico?

—Sin duda. El diagnóstico es que hacer sentir enferma a la población es rentable económicamente para mucha parte de la industria. Y nos han robado la salud llamándonos "preenfermos".

—También te acuerdas de quienes en la obsesión por salvar vidas no dejan vivir a nadie. ¿Por qué no concretas más?

—Todo acto médico, todo tratamiento, tiene efectos secundarios y de riesgos y, por tanto, sólo al ponerlo en marcha es cuando los beneficios claramente superan a los riesgos. Y esto, desgraciadamente, muchas veces no es así.

—Y también te acuerdas de los médicos que no miran a los ojos al paciente ¿La empatía también soborna al dolor y a la enfermedad?

—Soborna, no. Alivia, acompaña y la hace más llevadera. Mirar a los ojos es fundamental para dos cosas. Una, para que veas cómo se siente el paciente. Y dos, para que el paciente se sienta mirado por ti.

—¿El próximo libro ya lo tienes en marcha?

—Habrá que ir a por la familia numerosa.

ANTONIO LÓPEZ HIDALGO
FOTOGRAFÍA: ELISA ARROYO