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Aureliano Sáinz | El apoyo de los abuelos

En el artículo anterior abordaba la cuestión del fallecimiento del padre y la repercusión emocional que tenía en los hijos. Este tipo de tema, tal como decía, no se solía estudiar por parte de los psicólogos evolutivos, puesto que implicaba penetrar en un ámbito bastante complejo como son los sentimientos y las emociones de los menores.



Hay que reconocer, por otro lado, que las fórmulas que habitualmente se utilizan para investigar ciertos aspectos del ser humano, como son los cuestionarios, no sirven para entender lo que sienten los escolares cuando fallece el padre o la madre. Sin embargo, el dibujo libre realizado en la clase se muestra como un excelente medio para conocer qué piensan y qué sienten ante los hechos luctuosos que han acontecido en la familia.

Como empezamos a ver, las respuestas gráficas son muy distintas en función de las edades, del género, de las creencias que se tengan dentro de la familia y, de modo significativo, del apoyo emocional que puedan recibir en esos momentos.

Y dentro de ese apoyo, juegan un papel muy relevante las figuras de los abuelos o de las abuelas, en caso de que vivan y se encuentren físicamente cercanos. Su importancia ya la comenté en el artículo titulado Abuelos en la familia y, de nuevo, abordamos el significado que poseen los mayores en circunstancias como el fallecimiento de uno de los progenitores.

De entrada, tengo que decir que es frecuente en los dibujos de los escolares que han perdido a su padre o a su madre el que incluyan las figuras de sus abuelos o abuelas, ya que son un gran soporte emocional por la experiencia que han acumulado a lo largo de sus vidas y porque saben que en esos momentos los necesitan de modo muy especial.

Esto lo podemos ver en el dibujo de portada, realizado por una niña de 10 años que, tiempo atrás, había perdido a su padre. El grupo, que se inicia con su madre, continua con la figura que la representa a ella misma, pasa a su hermana mayor y cierra con la figura de su abuela materna, quien, a pesar de no vivir en su domicilio, la incorpora como parte esencial de la familia. Se encuentra, pues, en una familia formada por cuatro miembros del género femenino, dado que el padre ya no existía en la misma a la hora de realizar el trabajo.



Tengo que apuntar que, desde edades tempranas, niños y niñas sienten la presencia de sus abuelos y abuelas como personas relevantes en sus vidas. Ese sentimiento es algo distinto al que manifiestan hacia los padres, puesto que, aparte de ser sus progenitores, estos sí tienen la responsabilidad directa de su educación, con todas las exigencias que ello conlleva; mientras que los abuelos ejercen un papel con un carácter más afectivo, una vez que en su momento llevaron adelante el empeño y las exigencias de su cometido como padres.

Para que entendamos que la ausencia de un abuelo por fallecimiento es algo que no pasa de ninguna manera desapercibida, presento el dibujo de Manu, un niño de 4 años cuyo abuelo había fallecido recientemente. Al pequeño, ante las preguntas que hacía, se le indicó que su abuelo estaba en el cielo, por lo que emocionalmente se le aleja del dolor que supone esa pérdida.

Cuando entregó el trabajo, nos manifestó que quien estaba arriba era su abuelo; debajo y en la izquierda se encontraba él; y en la derecha su padre, que es la figura más grande. Al preguntarle dónde se encontraba su madre, no nos respondió al tiempo que se encogía de hombros, por lo que no volvimos a insistirle.



El dibujo que acabamos de ver corresponde a Rafa, un niño de 8 años que perdió a su padre cuando era muy pequeño. Puesto que su profesora ya sabía su situación familiar, al preguntarle por su padre nos dijo que no se acordaba de él, a pesar de que había visto fotos en casa. Este olvido es comprensible, puesto que hasta que no se cumplen tres o cuatro años los recuerdos no se afianzan con claridad en la mente de los pequeños.

La figura paterna la sustituye por la de su abuelo, que ha sido el primero en ser dibujado, lo que es indicio de la importancia que tiene para él. Por otro lado, el que continúe con la de su abuela es también manifestación de que se encuentra arropado afectivamente por quienes son sus ascendientes. Llama un poco la atención que la tercera figura sea la de su mascota, una gallina apodada ‘Chispita’. En cuarto lugar, dibuja a su madre. Cierra el grupo con el trazado de sí mismo.

Quisiera apuntar que se nos olvidó preguntarle qué quería decir con el azulejo que se había dibujado en el brazo y que lo numera con el 6. Si tenemos en cuenta el singular mundo emocional de los pequeños, esto se nos queda como algo un tanto enigmático.



Si avanzamos en edad, nos encontramos con el trabajo de una niña de 9 años de cuarto curso de Primaria. Cuando en la clase se les planteó el dibujo de la familia se dio la circunstancia de que su padre había fallecido recientemente; no obstante, la autora no tuvo ningún problema en realizar el trabajo.

Como podemos observar, a su padre no lo representa; a diferencia de otros casos que lo suelen hacer cuando todavía tienen muy presente el fallecimiento. Por otro lado, tampoco acude a interpretaciones religiosas, puesto que en la familia no le han indicado que se encuentre en el cielo o sitio simbólico similar. Sin embargo, ahí se encuentran su abuelo y su abuela, cada uno en un extremo del grupo, como signo de arropamiento a su madre, a su hermana y a ella misma, que se traza en el centro del grupo.



Si entendemos que las respuestas emocionales que se dan en situaciones luctuosas son muy personales, es posible comprender el significado del dibujo anterior, de un chico de 11 años cuyo padre había fallecido en un accidente laboral unos años antes.

En el dibujo, vemos que es el mismo el primero que se dibuja, como reflejo de cierta importancia que se atribuye. Al lado, se encuentra su padre, como si aún viviera, con la mano extendida hacia su madre, que es la tercera en aparecer. La cuarta es su abuela, que la ubica a su lado, como señal de protección; entre ambos está su perro. Lo más curioso de todo es que por encima de ellos traza a una quinta figura, Miguel, que resulta ser la nueva pareja de su madre. Y lo apunto como hecho curioso, dado que todavía permanece en su mundo emocional el recuerdo de su padre muy unido al de su madre.



Un modo de compensar el sentimiento de soledad e indefensión ante la vida que aparece en momentos críticos, como puede ser el fallecimiento de uno de los progenitores o la separación de ellos, es la realización de una composición en la que aparezcan muchos familiares para sentirse arropado creyendo que los tiene todos a su alrededor.

Es lo que acontece en el dibujo de esta chica de 11 años cuyo padre había fallecido recientemente. Observando la escena, comprobamos que traza doce personajes de la familia –madre, abuela, tíos, tías, primos y primas– junto a tres de sus mascotas –dos pájaros y un gato–. A pesar de tantas figuras, entre las que se encuentra su abuela materna, ella misma no se dibuja, lo que es indicio de baja autoestima y de inseguridad. Esto nos lleva a pensar que el fallecimiento de su padre la dejó en una situación de la que todavía no se había recuperado, a pesar de sentirse rodeada por muchos familiares.

AURELIANO SÁINZ