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María Jesús Sánchez | Juzgar

A medida que voy conociéndome y aceptándome, soy menos proclive a juzgar a los demás. Sigo viendo y reconociendo a las malas personas, a esas a las que los demás no les importan y solo miran por ellos. Gente capaz de hacer cualquier cosa por poder, dinero o egoísmo. Las veo y las aparto.



Me refiero más bien a esas personas cuyo comportamiento no sigue la media social, no responde a la llamada “normalidad”. Cualquiera de nosotros puede tener un comportamiento irracional, fuera de tono o “extraño”. Todos somos producto de nuestras vivencias. Venimos a este mundo con una genética determinada, que nos hace más susceptibles a la hora de sufrir algunas enfermedades o a desarrollar determinados comportamientos.

Suerte tienen los optimistas de serie, a los que ya desde niños todo les parece bien. Tocados por la varita de la alegría y con unas gafas que solo enfocan la parte buena de la vida. Como suele decirse, todo lo ven “de color de rosa”.

Los demás vivimos entre el equilibrio y el desequilibrio perpetuo y aspiramos a esa “normalidad” de la que se habla, que nadie sabe cómo es o en qué consiste. Nadie habita en la cabeza del otro, nadie puede saber qué piensa o siente otro ser humano.

La mayor frustración viene cuando lees frases sobre lo que debería ser la vida, de cómo ser feliz. En definitiva, conseguir unas metas, lejanas y prácticamente inalcanzables. No hablan de mirar alrededor sino de visualizar un camino con una serie de etapas para conseguir un estado que parece estar fuera de uno mismo. Nunca dentro.

Cada uno llevamos una trayectoria, la mejor que hemos podido llevar en función de cómo estamos en cada momento. Quizás parezca incoherente, quizás lo vea raro, quizá no lo entiendan… Quizás esté sufriendo mucho por dentro. ¿No sería mejor no tener expectativas propias o ajenas y disfrutar de lo que hay? ¡ Qué pena que en el colegio o en casa no nos ayuden a aceptarnos y a querernos tal y como somos! Todo sería tan bonito...

MARÍA JESÚS SÁNCHEZ