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Dany Ruz | Carta a mi porvenir

Querido porvenir: le escribo desde el pesar de mi corazón, teniendo como motor de mis palabras el ahínco por querer deshacerse de este sentimiento de pena. Le insto a que no se preocupe en demasía. Entienda que todo pasa y nada permanece. Excepto sus intenciones: ellas siempre quedan reflejadas en la memoria de todos.


Le comunico que las palabras que reciba en su funeral dependerá de los propósitos que ha adquirido en cada una de sus acciones. Por lo tanto, no tema errar y procure cuidar su voluntad, pues no hay mayor insensato que aquel que se entrega a los placeres mundanos. Incluya en esta taxonomía el dinero, pues es el volante que direcciona todo en este momento.

De nada sirve un ser humano que done su alma a los resquicios de la carroña. Le llenará el estómago, seguro, pero se habituará a no mancharse las manos para alcanzar alimento. Tendrá que esperar a que un ser ajeno a usted haga el esfuerzo y, sin mucha dignidad, cebarse de los restos. O esperar a que un cuerpo yazca muerto. Así que, de esta forma, podrá involucionar y tomar un camino distinto al que le dicta su naturaleza.

Quizás el cuerpo le agradezca ese gozo hedonista. Sin embargo, será una empresa difícil apartar las embestidas de consciencia que surjan de su cabeza. Atienda, pues, con esmero su conciencia, puesto que es el único individuo al que jamás podrá engañar. Y será ella la primera persona con la que hable al despertar y la última antes de acostarse. De usted depende su salud mental.

Desde la lucidez le confieso que es inevitable apartar de uno mismo las obras de la carne: eso es lo que hace que luego nos sintamos vivos. Sírvase de sus valores para reconocer aquellos que menos dañen su integridad y los que le rodeen. Se topará con actos injustos, instantes en los que prevalezcan la miseria moral, episodios forjados por el odio y escenas interpretadas por la antipatía.

Se sentirá indefenso cuando sufra estos hechos y entrará en cólera cuando los protagonice. No se atemorice, pues, como ya he dicho, es el mayor síntoma de estar vivo. Alármese, no obstante, cuando actúe ante estos incidentes de forma indiferente. Eso supondría embargar su alma, entregando como aval noches de insomnio. Eso sí, actúe de forma coherente a su conciencia: es la única a la que debemos obedecer y entregarnos a su tiranía.

Me preguntará usted: ¿Y cómo escucho mi conciencia? Y le diré yo: váyase al campo, sírvase del reflejo de las hojas y del agua. Sitúese en su hábitat natural y será lo natural de usted lo que se exprese. Así que levante el vuelo de su conciencia, aterrice el cuerpo, concentre su esencia... Recuerde que estas letras las estás escribiendo con motivo de la pena que le provoca la intranquilidad de las injusticias serenas.

DANY RUZ