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Aureliano Sáinz | Losing my Religion

En 1991, es decir, hace exactamente treinta años, vio la luz Out of Time, uno de los discos más carismáticos de la década de los noventa, época en la que el grupo estadounidense R.E.M., conducido por su líder Michael Stipe, tuvo su mayor reconocimiento con una fuerte proyección internacional, ya que logró vender más de diez millones de copias de este álbum.


Era el séptimo trabajo de estudio que la banda de Athens (Georgia) publicaba, por lo que no estábamos ante lo que se suele denominar como ‘un grupo revelación’, aparte de que para entonces el número de sus incondicionales era muy numeroso (me imagino que quienes siguieron la trayectoria de R.E.M. todavía conservan el grato recuerdo de su itinerario musical, que finalizó, al menos discográficamente, en 2011 con la aparición de Collapse into Now, su decimoquinto disco de estudio).

Dentro del álbum que ahora comentamos, destacaba la canción Losing my Religion, que fue la más escuchada por sus seguidores y la que aparecía con mayor frecuencia en las emisoras de radio. Sorprendentemente, el vídeo que promocionaba este tema fue duramente criticado por la Iglesia. Quizás se debiera a que la jerarquía católica interpretaba literalmente el título, cuya traducción sería algo así como “Perdiendo mi religión”, por lo que, supuestamente, el carismático Michael Stipe nos invitaba a que dejáramos atrás las creencias que habíamos heredado de nuestros mayores.

Lo cierto es que si uno escucha atentamente la letra de la canción no acaba de encontrar ninguna referencia a alguna religión en concreto, dado que solamente en un par de ocasiones se dice “losing my religion”. Las palabras que salen del líder del grupo, a fin de cuentas, son expresiones metafóricas dirigida hacia otro y en las que manifiesta la pérdida de las seguridades y convicciones con las que había caminado por la vida.

De todos modos, ya por entonces empezaba a manifestarse el alejamiento de los jóvenes estadounidenses de las múltiples confesiones religiosas que están registradas en este país. Algo similar sucedía en los países de Europa. Y si nos centramos en España, podemos comprobar que el abandono de la religión mayoritaria es enorme en las últimas décadas.


Lo que ha acontecido en nuestro país con respecto a la Iglesia y a la religión católica no deja de ser sorprendente. No debemos olvidar nuestra historia más reciente y recordar que, antes de la democracia en la que nos encontramos, vivíamos en la férrea dictadura franquista que tenía a la religión católica como la oficial del Estado, por lo que apenas había espacio para expresarse de modo distinto a los dictámenes de la jerarquía eclesiástica. Por poner un solo ejemplo, basta decir que no se podía ser funcionario si no se era manifiestamente católico.

A la muerte del dictador apenas se hacían encuestas referidas a las creencias de los españoles, puesto que todavía se seguía la inercia de tantos años en el control de las conciencias personales. Sin embargo, la declaración de Estado aconfesional que aparecía en la nueva Constitución, paso a paso, condujo a que se fuera perdiendo el miedo que ataba el pensamiento de la gente, por lo que la secularización comenzó a hacerse una realidad.

De todas formas, no dejan de ser sorprendentes los resultados actuales de las encuestas que mensualmente realiza el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y en las que también se pregunta a los ciudadanos sobre sus creencias.

Sobre esta cuestión, y de modo resumido, los datos porcentuales referidos al mes de enero de este año 2021 eran los siguientes: a) católicos practicantes: 19,7 por ciento; b) católicos no practicantes: 41,6 por ciento (unidos ambos porcentajes darían un 61,3 por ciento); c) Ateos, agnósticos y no creyentes: 34,2 por ciento; y d) otras religiones: 2,6 por ciento.

Transcurridos solo nueve meses, y si nos atenemos a los resultados del mes de octubre de este año, aparecen los siguientes porcentajes: a) católicos practicantes: 17,5 por ciento; b) católicos no practicantes: 37,9 por ciento (unidos ambos porcentajes darían un 55,4 por ciento); c) Ateos, agnósticos y no creyentes: 39,9 por ciento; d) otras religiones: 3,2 por ciento.

Comprobamos que casi un 40 por ciento de los españoles no se identifica con ninguna religión, cifra que, a fin de cuentas, nos muestra que la sociedad está ampliamente secularizada, ya que una gran parte de ella no se identifica con los dogmas, ni con los criterios morales que emanan de las jerarquías eclesiásticas, ateniéndose a una espiritualidad personal o a unos criterios éticos de tipo humanista.

Cierto que el caso español no es de tipo aislado dentro del contexto europeo. Sin embargo, no deja de sorprender que el ampulosamente llamado “Faro de la Cristiandad de Occidente”, tal como se denominaba a España en los tiempos de la dictadura, hoy camine por las vías de la secularización, con un paulatino crecimiento de quienes no se sienten miembros de la religión que ha sido dominante en nuestro país durante siglos de su Historia.

Quizás, podamos convenir que la canción de R.E.M., a fin de cuentas, era una premonición que el grupo supo advertir con cierta antelación ante un fenómeno que se extiende por la mayoría de los países desarrollados: el abandono de las religiones establecidas que son incapaces de dar respuestas a los problemas de la gente (cuando no son ellas mismas las que los crean), de modo que se opta por vías más personales que estén acordes con las convicciones más íntimas.

AURELIANO SÁINZ
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