Vikingos, piratas, legionarios romanos e incluso personajes salidos de las tierras heladas de Juego de Tronos han gritado con entusiasmo el resultado final de una gincana que ha puesto a prueba la destreza y la imaginación de decenas de niños de entre 8 y 10 años.
Es media mañana en el albergue de Cerro Muriano, y en su amplia explanada no se oye ni una sola notificación de móvil, pero sí carcajadas, pasos apresurados y el bullicio alegre de quienes saben que están viviendo algo especial. La jornada apenas ha comenzado y, sin embargo, ya deja huella.
Las instalaciones, propiedad de la Diputación de Córdoba, acogen la segunda jornada de un nuevo turno de los tradicionales Campamentos de Verano organizados por la Delegación de Juventud. Una actividad que no solo busca entretener, sino también ofrecer una alternativa de ocio saludable, fomentar la autonomía personal y, sobre todo, favorecer el desarrollo de habilidades sociales. Así lo ha defendido la delegada de Juventud de la institución provincial, Sara Alguacil, quien ha visitado el albergue para comprobar en primera persona cómo discurre un día de convivencia.
“Lo que hacemos es una propuesta de ocio alternativo y saludable tanto para los jóvenes, porque algunos tienen 19 años, como para los más pequeños, de 8 años, y los adolescentes”, ha explicado. “Ofrecemos actividades al aire libre, instalaciones deportivas, piscina y una convivencia que les ayuda a desarrollarse como personas y adquirir independencia y autonomía que quizá en casa les cuesta”, ha añadido.
Y es que, como ha señalado Alguacil, más allá del entretenimiento, el campamento supone también un respiro para muchas familias. “Es también una alternativa de conciliación familiar. Es dar la posibilidad a las familias de que, en época estival, cuando hay más problemas para hacerse cargo de los niños, puedan contar con estas actividades. Y, de paso, que se relacionen con niños de toda la provincia y hagan nuevos amigos”.
No es una actividad menor. Este verano, cerca de 2.000 niños y jóvenes pasarán por estas instalaciones en los diez turnos previstos. Sin embargo, la demanda siempre supera la oferta: cada año se reciben más de 4.500 solicitudes. Una cifra que, según la propia delegada, demuestra el impacto y la confianza que generan estos campamentos en toda la provincia. Diversión garantizada, sí, pero también aprendizaje emocional, empatía y respeto.
Una de las señas de identidad de esta iniciativa es su carácter inclusivo. Tal como ha subrayado Alguacil, “los niños cuentan con una atención personalizada y los que tienen algún tipo de discapacidad, aunque tienen atención más especializada, se sienten integrados con el resto y no se sienten apartados, participando y disfrutando de toda la oferta y de todas las actividades”.
Entre las principales novedades de este año destaca la mejora en el servicio de alimentación. “Contamos con un catering de comida casera que ofrece una dieta equilibrada en la que hay guisos, platos de plancha, de horno y también algún premio para hacerles felices alguna noche”, ha comentado la diputada. Además, se ha incrementado el presupuesto hasta los 380.000 euros y ya se ha licitado la obra de sustitución de la cubierta del albergue, una mejora largamente esperada.
En lo cotidiano, el campamento tiene sus propias rutinas. Según ha detallado uno de los coordinadores, conocido como ‘Mago’, el día comienza temprano, con los niños recogiendo sus habitaciones antes del desayuno. A partir de ahí, se suceden los juegos de mañana, el primer chapuzón en la piscina, los torneos deportivos sin enfoque competitivo y un tiempo llamado “la plaza”, donde aprenden canciones en grupo.
“La tarde continúa con un rato de descanso para que se recuperen, nuevos juegos, otra sesión de piscina, la llamada a los padres, nuestra cena y luego el auditorio y el juego nocturno”, ha comentado. Estas últimas actividades, según explica, “buscan la conexión con la naturaleza, la búsqueda de pistas y la ambientación mágica que tanto les gusta”.
Uno de los pilares fundamentales del campamento es precisamente la convivencia. Y ahí, el equipo se vuelca. “Nosotros los vamos mezclando en todos los juegos. Primero están en grupos con su monitor, pero conforme van pasando los días, van jugando con niños de otras mesas, otras habitaciones y también con los de educación especial. Valoramos mucho que los niños tengan empatía y en ello trabajamos todos para que se sientan muy queridos”, ha explicado el coordinador.
Ese sentido de comunidad no se improvisa. El entorno ayuda. Como ha concluido Sara Alguacil, “nuestros campamentos son especiales, porque partimos de la base de que este albergue tiene muchísimos metros cuadrados de naturaleza, piscina propia, pistas deportivas, espacios comunes y habitaciones con capacidad para ocho niños.
Y todo ello en un entorno totalmente tranquilo, donde no tienen distracción y no hay posibilidad de que acceda nadie del exterior. Creamos para ellos una mini ciudad donde no tienen la opción de ver a otros niños con los móviles y donde se lo pasen bien, no echan de menos nada que sea lo básico y trabajan la empatía”.
Desde los años ochenta, los campamentos de Cerro Muriano han sido un clásico del verano cordobés. Y aunque los tiempos cambian, el espíritu se mantiene. Aquí no hay pantallas, pero sí historias que recordar. Aventuras compartidas, amistades que nacen, y la certeza de que, por unos días, la infancia se celebra en su estado más puro.
Es media mañana en el albergue de Cerro Muriano, y en su amplia explanada no se oye ni una sola notificación de móvil, pero sí carcajadas, pasos apresurados y el bullicio alegre de quienes saben que están viviendo algo especial. La jornada apenas ha comenzado y, sin embargo, ya deja huella.
Las instalaciones, propiedad de la Diputación de Córdoba, acogen la segunda jornada de un nuevo turno de los tradicionales Campamentos de Verano organizados por la Delegación de Juventud. Una actividad que no solo busca entretener, sino también ofrecer una alternativa de ocio saludable, fomentar la autonomía personal y, sobre todo, favorecer el desarrollo de habilidades sociales. Así lo ha defendido la delegada de Juventud de la institución provincial, Sara Alguacil, quien ha visitado el albergue para comprobar en primera persona cómo discurre un día de convivencia.

“Lo que hacemos es una propuesta de ocio alternativo y saludable tanto para los jóvenes, porque algunos tienen 19 años, como para los más pequeños, de 8 años, y los adolescentes”, ha explicado. “Ofrecemos actividades al aire libre, instalaciones deportivas, piscina y una convivencia que les ayuda a desarrollarse como personas y adquirir independencia y autonomía que quizá en casa les cuesta”, ha añadido.
Y es que, como ha señalado Alguacil, más allá del entretenimiento, el campamento supone también un respiro para muchas familias. “Es también una alternativa de conciliación familiar. Es dar la posibilidad a las familias de que, en época estival, cuando hay más problemas para hacerse cargo de los niños, puedan contar con estas actividades. Y, de paso, que se relacionen con niños de toda la provincia y hagan nuevos amigos”.
No es una actividad menor. Este verano, cerca de 2.000 niños y jóvenes pasarán por estas instalaciones en los diez turnos previstos. Sin embargo, la demanda siempre supera la oferta: cada año se reciben más de 4.500 solicitudes. Una cifra que, según la propia delegada, demuestra el impacto y la confianza que generan estos campamentos en toda la provincia. Diversión garantizada, sí, pero también aprendizaje emocional, empatía y respeto.

Una de las señas de identidad de esta iniciativa es su carácter inclusivo. Tal como ha subrayado Alguacil, “los niños cuentan con una atención personalizada y los que tienen algún tipo de discapacidad, aunque tienen atención más especializada, se sienten integrados con el resto y no se sienten apartados, participando y disfrutando de toda la oferta y de todas las actividades”.
Entre las principales novedades de este año destaca la mejora en el servicio de alimentación. “Contamos con un catering de comida casera que ofrece una dieta equilibrada en la que hay guisos, platos de plancha, de horno y también algún premio para hacerles felices alguna noche”, ha comentado la diputada. Además, se ha incrementado el presupuesto hasta los 380.000 euros y ya se ha licitado la obra de sustitución de la cubierta del albergue, una mejora largamente esperada.
En lo cotidiano, el campamento tiene sus propias rutinas. Según ha detallado uno de los coordinadores, conocido como ‘Mago’, el día comienza temprano, con los niños recogiendo sus habitaciones antes del desayuno. A partir de ahí, se suceden los juegos de mañana, el primer chapuzón en la piscina, los torneos deportivos sin enfoque competitivo y un tiempo llamado “la plaza”, donde aprenden canciones en grupo.
“La tarde continúa con un rato de descanso para que se recuperen, nuevos juegos, otra sesión de piscina, la llamada a los padres, nuestra cena y luego el auditorio y el juego nocturno”, ha comentado. Estas últimas actividades, según explica, “buscan la conexión con la naturaleza, la búsqueda de pistas y la ambientación mágica que tanto les gusta”.
Uno de los pilares fundamentales del campamento es precisamente la convivencia. Y ahí, el equipo se vuelca. “Nosotros los vamos mezclando en todos los juegos. Primero están en grupos con su monitor, pero conforme van pasando los días, van jugando con niños de otras mesas, otras habitaciones y también con los de educación especial. Valoramos mucho que los niños tengan empatía y en ello trabajamos todos para que se sientan muy queridos”, ha explicado el coordinador.

Ese sentido de comunidad no se improvisa. El entorno ayuda. Como ha concluido Sara Alguacil, “nuestros campamentos son especiales, porque partimos de la base de que este albergue tiene muchísimos metros cuadrados de naturaleza, piscina propia, pistas deportivas, espacios comunes y habitaciones con capacidad para ocho niños.
Y todo ello en un entorno totalmente tranquilo, donde no tienen distracción y no hay posibilidad de que acceda nadie del exterior. Creamos para ellos una mini ciudad donde no tienen la opción de ver a otros niños con los móviles y donde se lo pasen bien, no echan de menos nada que sea lo básico y trabajan la empatía”.
Desde los años ochenta, los campamentos de Cerro Muriano han sido un clásico del verano cordobés. Y aunque los tiempos cambian, el espíritu se mantiene. Aquí no hay pantallas, pero sí historias que recordar. Aventuras compartidas, amistades que nacen, y la certeza de que, por unos días, la infancia se celebra en su estado más puro.
REDACCIÓN / ANDALUCÍA DIGITAL
FOTOGRAFÍA: DIPUTACIÓN DE CÓRDOBA
FOTOGRAFÍA: DIPUTACIÓN DE CÓRDOBA

