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Jes Jiménez | Los colores verdaderos

Hace varias semanas vimos en la entrega anterior de Mirando lo invisible lo engañosos que pueden ser los colores que vemos en fotografías y otros tipos de imágenes. Por eso me ha creado ilusionantes expectativas un titular de una afamada revista de divulgación científica que dice lo siguiente: “Juno desvela los verdaderos colores de Júpiter”.


Se informa de que la sonda espacial Juno fue enviada hace diez años para obtener información sobre el planeta gigante y que, gracias a las imágenes tomadas el pasado 5 de julio, “los investigadores han conseguido observar mejor la compleja coloración y la estructura de las nubes de Júpiter”. Con impaciencia busco la imagen con los “verdaderos” colores del planeta y encuentro esta fotografía que, desde luego, resulta muy expresiva y “colorida”. Tanto, que me resulta un poco sospechoso.

En el artículo aparece otra imagen con colores más desvaídos, que se presenta como procesada “para representar los colores aproximados que vería el ojo humano”. Y también se nos cuenta que ambas imágenes han sido “creadas” por un colaborador voluntario: Björn Jónsson.

Buscando en el sitio web de la NASA, se pueden encontrar las imágenes en bruto y el correspondiente mapa que ha servido para el muy apreciable trabajo creativo de Björn Jónsson. A su vez, se pueden apreciar notables diferencias entre las imágenes procedentes de la sonda Juno y la primera imagen a la que nos referimos anteriormente. Tantas, que parece un poco exagerado hablar de “verdaderos” colores de Júpiter. Pero, de hecho, en ningún momento parece que la NASA haya pretendido hacer pasar tales colores por verdaderos.

Si leemos la información disponible en el sitio web correspondiente, podemos comprobar que se invita al público a descargar las imágenes (en bruto) captadas por Juno y a procesarlas de manera creativa para que luego sean subidas para ser disfrutadas y compartidas. Cuando hablan del tipo de procesamiento de imagen que les gustaría ver, especifican la posibilidad de reencuadrar las imágenes, resaltar determinada característica atmosférica en particular, así como agregar sus propias “mejoras” de color, crear collages y agregar “reconstrucciones” de color avanzadas.

De esas instrucciones se puede deducir que resulta aceptable una cierta inconsistencia en la representación de los colores. Probablemente porque el fin último de las imágenes creadas por los usuarios tienen como finalidad que sean “disfrutadas” y que contribuyan a una divulgación de la investigación científica que resulte atractiva al público en general.

Hay que tener en cuenta, también, las dificultades intrínsecas en la reproducción de los colores reales. Se trata, por una parte, de dificultades técnicas que se dan en el proceso de captación, en el tratamiento posterior de las imágenes, en la forma final en que se presentan estas imágenes a los espectadores…

Sin olvidar otros problemas implícitos en la percepción general de los colores. Porque, ¿cuáles son los colores verdaderos? ¿Cómo podemos estar seguros de que los colores que vemos en una imagen son colores “reales”? Y no olvidemos que sus nombres, con demasiada frecuencia, también son versátiles, poco precisos, inconstantes e, incluso a veces, con relaciones contradictorias con los colores vistos.

En realidad, el tema del color es mucho más escurridizo de lo que podríamos pensar a primera vista. Se ha escrito mucho, muchísimo, sobre los colores. Filósofos, poetas, pintores, antropólogos, lingüistas, físicos o psicólogos han tratado sobre la naturaleza del color, sobre sus relaciones con la luz, sobre la visión de los colores, sobre los colores primarios y sus mezclas, sobre pigmentos y tintes, sobre sus significados simbólicos, sobre su carácter “frío” o “cálido”, sobre sus cualidades estéticas y expresivas, sobre sus nombres cambiantes en sociedades diversas, sobre sus efectos en el espíritu humano e, incluso, sobre sus supuestos poderes mágicos o curativos.

Entre lo mucho que se ha escrito, la gran mayoría son especulaciones o fantasías sin ninguna base real, pero que han contribuido a crear toda una serie de mitos. Algunos de los cuales, incluso hoy en día, tienen una aceptación generalizada, a pesar de que no exista ninguna evidencia científica que las respalde. Es mi intención tratar sobre ellos en próximos artículos.

JES JIMÉNEZ